Sorbías la leche
como si el sueño pudiese ganarse
de a pocos
con la espalda rendida y los pallares
de las orejas ardiendo
fatal como penúltima gorgona
hasta envolver mis hierros
y hacerme roca
De tus párpados sorbía yo la nata
opiáceos universos de muslos y caderas
de los que por constancia o necedad y en humedales
me sujetaba como si fuesen estos
los brazos de una madre
conduciendo a su hijo entre las pistas
escondiendo sus propios miedos
para no criarlo enclenque
Hoy que no sé cómo encajar los laberintos
quiero traerte a ciegas y al galope
sabiendo que no puedo
unir metal y hueso
mientras no corras sola y despojada
de rabia en tus cabellos
más pobre de reflejos instantáneos
pero abundante en ímpetus serenos.