miércoles, 15 de noviembre de 2017
martes, 14 de noviembre de 2017
viernes, 10 de noviembre de 2017
Coagulándose
Cuando es preciso
por fluidos y voces coagulándose
tú te descarnas
con hermosos mohínes recostada
caparazones fuera
palpitación externa entre mis dedos
mientras levantas vuelo y horizonte
yo te desvelo.
Así enredar las lenguas
mi recipiente, guardiana
de Babeles reacios como el fémur
me ha cubierto las glándulas de selva
porque en cada tocarte las raíces
me lo recuerdan siempre:
soy médula, soy sangre,
soy todo lo que pueda sembrársete.
jueves, 9 de noviembre de 2017
De vuelta a las aguas
Con los ojos entreabiertos de amanecer basta para ver todo, todo lo que ofrece el panorama de eventos terrestres. Una figura humana, colores básicos, tierras preciosas de donde extraen manitas frágiles coronas. Arrastra la tierra su quehacer desprovisto de singularidades.
Ser testigo de hipocampos a muy temprana edad marcó la ruta: bajo la superficie del agua pareciera existir el número perfecto de estímulos que mi sed de estupefacción necesita. Nada existe en la tierra que atraviese mis escamas: bien dicen que cuando acaricia el aire, halaga los sentidos sin alimentar a los peces de aguas profundas. Y a nosotros nos es urgente contar con mucho alimento.
Aunque los pulmones no me respiren aún cuando me sumerjo, toda profundidad me guarda una cita postergable pero definitiva. Ya puedo ir preparando las aletas, las agallas y los dobles párpados, sin el temor ni la impaciencia de los viajes ordinarios. Tampoco es semejante este proceso a los rituales previos a la muerte que nos inculcaron los intermediarios entre peces de aguas profundas y dioses.
He tocado vísceras sin sobresaltar mis ojos. Contenido exhalaciones, dormido envuelto en aletas con fuerte olor a lecho marino. Aquí en tierra, por supuesto, acogido en la promesa de un después que -nuevamente- no se parece a los solemnes entusiasmos de quienes oran, aunque de noche me llevaron aquellas amorosas bestias en sueño consciente hacia sus reinos. A fuerza tan entrañables bienvenidas, ya extraño hasta el espasmo las fosas, las linternas de fluidos, las montañas y los orificios volcánicos donde anidan los ancestros de las anémonas.
Nuestra ventana
Érase la ventana
Tras cerrojos y arañazos
Un océano de estímulos
Caleidoscopía
Huesos
Para tu selva de escaras
Apagando los párpados
Enmudeciendo pronto y exhalando
La naranja del día se sitúa
Flamas de renaceres en placenta
Nuestra inmovilidad solemne
Se derrama
Cómo invadimos esta Atlántida
Tal vez jamás entramos
No veo ventanas ni puertas.
Tras cerrojos y arañazos
Un océano de estímulos
Caleidoscopía
Huesos
Para tu selva de escaras
Apagando los párpados
Enmudeciendo pronto y exhalando
La naranja del día se sitúa
Flamas de renaceres en placenta
Nuestra inmovilidad solemne
Se derrama
Cómo invadimos esta Atlántida
Tal vez jamás entramos
No veo ventanas ni puertas.
martes, 7 de noviembre de 2017
Hechos
Adonde miremos, la fiebre en crucetas arroja sirenas de pasto, papel o cemento. Hechos a mano, artefactos que se vuelven siniestros a la luz y a los filtros nos recuerdan esto: soy belleza, soy estética.
Una vez que en la prisión del cráneo se asientan los estímulos visuales, ya no existen más los giros en cientochenta. Los cauces de ambos ojos han sido fijados en el túnel hacia la represa: hay que bucear desnudos lecho submarino adentro. Estemos o no en el océano-océano, nos sentiremos en él. Yo lo prometo.
Y como cemento, papel y pasto arremolinan pareidolias en cada enfoque, al cemento admiraremos. Al papel contemplaremos estupefactos. Al pasto volverán nuestras zancadas -cámara en mano con pies en el agua- cada vez que algún verde desollado manifieste su deseo.
Estival, genital y cuajada en grumos -sobrestimulando los receptores que en nuestros cuerpos se abren- la construcción puberta que llamamos campo visual pretende escapar al mismo tiempo que nos cubre en la gran cúpula. Indecisión dominante la de aquella esfera: diríase lo mismo de un amante convertido -a fuerza de tiempo y sangre- en parte misma del propio cuerpo.
Campo visual que trae consigo ardores altos con erupción de saliva durante el sueño, contracción muscular, párpados untados en lagañas. Y una mañana tan próxima como tirana, definitiva en sus horas -siempre pequeñas- y en sus alarmas.
viernes, 3 de noviembre de 2017
Cuando jugaba
Aquí yaciendo yopies en el aguatoda memoria
urbana se bifurca Eran pocos los
añosy bajo la termósferasin saber jamás
qué hacíaamamantaba
analgésicosasépticos muy
pequeñosen un pie saltandocorriendo tras la
pelotapermaneciendo en
carácterde vaquero soldado
o maestrode las artes
marciales jugaba El vapor de la
avena hilabatodos los
despertaresen las manitos
serpientesdiríase collaresgusanitoscualquier imagen
estáticaque la
omnipotencia animaba Éramos tan felicescuando fuimos Dios
de pequeños.
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