sábado, 17 de junio de 2017

Sales



La puntiaguda ondulación de sales y aguas
Pavor de niño cuando ícebergs y tsunamis
Aunque más bien fue con afán de padre dulce
Que el mar lanzó sobre mis pies sus siete plagas 

Mas no fue así con el balneario
A quien mostró su carne viva más helada

Era un añejo receptáculo esa playa
Naranja en cáscara y semilla
Sacudiéndose las olas de encima
Bestia que huye con el lomo en llamas
A merced del oleaje, rebelde y borderline,
Clavando en la playa uñas y dientes
Colmillos
Garras

Así orquestó el dominio vomitándose
De cuerpo que a estocadas repenetra
Alfombras de cristales y células
Que hoy son arena
Sumisa a la victoria articulada
En olas que a estocadas se alimentan
De quien calla.

martes, 13 de junio de 2017

Redwoods, semáforo y cubrecama



Ignórame. Rodeo cada objeto con mi cuerpo y las extremidades se todopueden. No sólo soy alcance de materia en ecos gravitacionales, sino que la gravedad misma de mi esternón emana. El tiempo, así, transcurre más lento para tu carne y tus huesos. Mientras exploras eternidad en rois verts, yo tengo redwoods, semáforo y cubrecama: aquí conmigo los tres duermen.

jueves, 8 de junio de 2017

Soy nieve



Soy arena
soy nieve
soy todo lo que pueda escapársete

Piedra


Olivares que se elevaban, a mí se me hacían altos como los gigantes de los dibujos animados. Al reventar las ondas de la laguna, esa piedrecita que lanzamos se hundía para jamás volver a su montículo expuesto a los aires. Habría de permanecer en agua, sorteando impasible aquel elemento nuevo (sólo percibido antes en forma de gotitas). ¿Se adaptará a su estado irrevocable de mineral bajo el agua? A gusto con su porvenir acuático o no, a nadie le importa mucho lo que pueda sentir una piedra.

Esperando el invierno



La temperatura desciende. Con ella, la lucidez retorna porque la escafandra se aligera cuando los poros dejan de sudar a borbotones.

Muchas madrugadas sacudí así el cuerpo en ansias de comenzar el día viendo la luz.

En noches así de recurrentes sólo un elíxir es la receta: desconectar la ansiedad, tal como si de un puerto se tratase.

Al ser máquinas redondeadas, nuestros cuerpos se extienden hasta donde las mentes patinen en afanes tan ambiciosos como invisibles en ímpetu. Agazapar de bulliciosos caballeros armados.

Esta madrugada de grados centígrados bajando y quietos bocabajos abrazaré y cerraré párpados porque "si no duermes, debes sólo dejar de preocuparte".

Llegue el sueño o no, el abrazo y el rojo oscuro de los párpados cerrados permanece. Nuevamente lo he decidido. Compañerismo de mi propio cuerpo, allí desciendo con manos a los lados -cuidando de no pisar en falso a peldaños- porque el descenso frío acaricia mucho: meloso, unitario en su callar de cubrecamas de lana. Y no existen escaleras en esta casa.

Anhelo volver a experimentar un verdadero invierno. Extraño el hielo y duele. Añoro el temblar de los labios, el cruzar de los brazos mientras arropa la carraspera. ¡Las pestañas con estalactitas!

Iría yo cazándote, Invierno, de hemisferio a hemisferio conforme la Tierra se incline -aunque sin coordinar- y sus ondulaciones te broten. No soñar contigo te traerá de vuelta de la misma forma en que resignarse a no amar termina por materializar un ser amado donde antes reinaban vacíos de insomnes veranos.