Tienes entre tus manos
la firmeza de la euforia y en la estática
dos pechos resignados entre el sueño y la sonrisa
la espalda erguida
como cuando éramos extraños auscultándose
únicamente con los ojos
la piel de escarapela
atreviéndose apenas
al habla
Un día sin planearlo descubrimos
cómo arde la pintura entre los dedos
los derrames de la témpera grumosa sobre el márnol
yo era tus brazos y tú eras mis oídos
porque jamás fui dado a la música
y tú cantabas pero no atinabas nunca
a los pinceles ni carbones ni collages
intercambiamos entonces
nuestras inutilidades
tú ante el micrófono cerrabas ambos ojos
regalabas
largas melodías de mis noventa difuntos
relampagueando desde el pop en sus falsettos
hasta el silencio de la flauta
Ese era nuestro claustro
y allí bebíamos la leche
y allí bebíamos infusiones de boldo y valeriana
sumergidos en cortina y doble almohada
mi mano izquierda en la firmeza
de tus tendones
las cáscaras de fruta en nuestros párpados
la euforia estática
zarandeádote
esos lunes a las seis de la mañana
que eran duros como eneros
bajo ese sol que en sus vapores nos tendía
cada verano
la misma trampa.