Con la llegada del último
aro solar en las ondas del agua
he venido a atestiguar los restos apenas desprendidos
de su andamio de costillas
una lepra
fue en la voraz escapada
todo lo que ella tuvo
por santo y seña
hoy
no es entonces motivo de danza
ni de colorear efigies con los dedos
sino de encogerse pronto
y así en piedad absoluta
encajar cada hueso en la boca
de otro hueso
anhelando que este golem guarde al menos
cierta semejanza con un tronco
cuatro extremidades y una cabeza
para volver así -algún día no agendado-
como siempre
a casa
pero no con las manos vacías.