Tu compañía
tu entereza
tu palidez adolescente
y la fuerza hecha manía
con que ajustas cada perno
vuelven indispensable que te toque
con las luces de un retrato
en el taller caparazón que nos encierra
cuando tras una madrugada en solitario
ya tuve suficiente de mí mismo
llegaste a ahorcarme con las piernas
mides a cuántos grados va mi frente
eres ahora la madre
de tu padre en este lienzo
revientas glándula en los bulbos y te manchas
caballete donde párpados y senos
muslos y boca -tus anaqueles-
-mis lumbres de colágeno-
hundieron salivando a estos rabiosos quietos
mientras me cantas al oído recibiéndome
los hilos cuelgan de tu boca.