A la partida del barco
los antebrazos femeninos flamean
sin portar bandera alguna
los símbolos nunca marcan las sienes
las bocas ni los pechos
de las madonnas en velo y bálsamos nocturnos
para exfoliar los rostros a sabiendas de helados
amaneceres en la playa de las rocas bajo cero
allí donde sin patria y en lanzas empotradas
amores de sudor y barbas que rasposas
se hacen parte inseparable de los besos
retornarán tal vez diezmados en sus filas
primero muertos que vencidos
sobre el escudo fulminados y en las bocas el alivio
de no haber peleado en vano la masacre
estos varones
sino por el deber de una vendetta
a toda luz puberta
y sin embargo eterna como el ciclo
de sangre y desarrollo por milenios de una inercia
voraz en genitales y en los puños
sagrada en parietales y en los sueños.