La niebla del oeste cubre copas
de edificios en la costa donde el árbol
se hace esquivo a los kilómetros por hora
vemos solo flechas
tú y yo lanzados a la pista desde un arco
por sobre nuestras cabezas
ramas y hojas extensiones de las nubes
que se trenzan crujiendo las falanges
protegiendo a magdalena miraflores
de una furiosa estrella
a más veloces más inmunes a los gritos
y quejidos Sinaí desierto y bestias
por este manto que a los hijos de la costa
nos pinta grises pero a salvo.