Se columpiaba
voraz pero misántropa
célula que en sí misma
paría multitudes de cabezas
rosarios de palabras en círculos concéntricos
así era su batalla
mientras que las caricias en sus piernas
y su mutismo
actuaban
como el autoconsuelo perfecto
para sus idas y venidas
sentada en el vaivén
como un guardián felino entre las rosas
testigo de las seis de la mañana.