El insomnio la migraña y el pánico
son medallas que no debí exponer
a la luz de quien sería mi precoz
alumna caminante
Aprendí a observar la música en tu boca
mientras trotábamos
fui siempre un sordo satisfecho
pues ¿qué son los arrullos
sino advertencias de Ulises
repitiéndose en balada?
Al borrarte de mi vida
-en pechos y en aletas-
te empeñaste en enviarme
-por canales que olvidé dinamitar-
una farmacia abierta como obsequio
una farmacia
a la que no recurriré en mis caminatas
pues la generosidad del anestésico gratuito
también carga con deudas
De los anglosajones aprendí:
"No existe almuerzo gratis"
"Cuando pretendan
regalarte algo
huye"
Con la llegada de la luz por la mañana
al agotar estos kilómetros en círculos
sin panaceas sin regalos y sin música
seré por fin capaz
de hallar la ruta
de vuelta a casa.