martes, 5 de febrero de 2019

Mi primer cadáver



CÓMO EMPIEZO

Tenía yo diecisiete y era este mismo frasco
de vidrio catedral en cremas y castaños
sellado con cintillos en alambres por el cuello
pues ya era dulce y ácido
al caminar las cuadras de Tepsícore y Retamas
en busca del placebo en unas manos que se harían después boca
después cuerpo y más tarde alas

CÓMO LA PRESENTO

Pamela Eliza Suárez hubo de borrarse
como quien pasa de la cuna a los infiernos
sin haberse muerto
siendo a la vez condena y barca
no solo pasajera en una fábrica de masas
encefálicas sadismo de violentos desbalances
le decían siempre reza siempre toma tus pastillas
que sea la meta vivir hoy no pienses nada
y te encendías en llamas invisibles
que jamás te consumían
aprendí contigo entonces la palabra eutanasia

CÓMO NO TE ASIMILARON

Madre destruida y un padrastro
que te amó siempre más que un padre
quise darte su apellido y lo apartaste
como la Midas que torcía en lamentos y neuralgias
todo aquello que tocaba
un hermano indiferente era mi cómplice
de adrenalina y carcajada
compañero de emociones tan extremas
que quizá por su ceguera y su adicción a todo aquello
que hiciera efecto
era un Suárez de roca

CÓMO AÚN NO TE ASIMILO

Y tú tan dócil en manos cuerpo y boca
fuente de amor descubrimiento las primeras
caricias en el vientre y las caderas los primeros
besos de sala en el destiempo de los ímpetus y el dharma
cubiertos de sangre éramos a veces
gemelos ácidos
otras a la luz de una pantalla en dos azules
siempre escondiéndonos
enfocados en fricciones y el voraz experimento
irresponsable
de los límites del cuerpo sin saber cómo funciona
repetíamos en carne y desbalances
te amos muy quietos o a los gritos
incluso en verso nos trenzábamos juramos
que nos iríamos juntos y así te fuiste sola
en el noventa y cinco mientras yo permanecía
cortaste tus terrores de un certero
puñal frascos y blísteres y todas
las armas que juntaste en tu redada por la casa
te despediste con expresión hermosa
los ojos bien cerrados y el cabello protegiéndolos
castaño y sin cerquillo que mostrara un solo gesto 
era una alfombra roja
hundida por el peso del librero
donde las copas los cuadernos y los libros y juguetes
cargaron con tu cuerpo aquella barca
sin paz en aguas quietas despiadada
contra ti misma así lograste
que comenzara a serlo yo contra mí mismo desde entonces
pues hubiese preferido que alargases tu estadía en el patíbulo
por sexo
por amor
por egoísmo
por costumbre
por razones que no alcanzo jamás a separar
hilvanar
ni mucho menos revivir pues la memoria
felizmente me falla porque me ama
y me mantiene así con vida.