martes, 29 de enero de 2019

Aros de Saturno


Ella baja la escalera
como quien lleva un arma en cada brazo

Es tal su pausa que la escarcha le entreteje
una estela color plata de talones a los muslos y así ella
continúa su descenso en falda negra
que se abre en V al brotarle en la cadera

No puede ser consciente de lo que hace
ni nota que la orbita una serpiente que echa estrellas

Yo sé que canturrea los ecos de algún tema pop de aquellos que andan enjaulados, pero vivos en esos cajones de latón de la memoria. Criogenizados, vuelven de pronto como en una blanca pizarra acrílica. Ella tuvo que haberlos oído y luego escuchado y luego aprendido y luego amado por algún extraño apego a la música de otra era

Así siente ahora ella

Ella quiere danzarlo todo

ELLA QUIERE DANZAR LOS AROS DE SATURNO

Yo la espero quieto por supuesto

Yo por supuesto ya no puedo moverme

Dibujamos entonces con los dedos líneas sin arte en la humedad de la mampara junto al sofá donde los rastros de semillas de mostaza y el helado de frutos del bosque revelan que es un objeto nuestro, de la misma forma en que son nuestros:

a) los sueños lúcidos
b) las absurdas historias familiares
c) el tipear incoherencias cuando es muy tarde (o el día siguiente)
d) el subir y bajar las escaleras fingiendo no ser vistos con desnudez de selva ¡jugando el otro a espía que se come los dedos mientras calla y contiene la risa!

Hasta que en confluencia de calores o batalla por saber quién lleva la presión más alta, llegamos al abrazo volcánico que es demasiado largo como para el aire libre. Y tanta gente pasa. Y nos mira una señora discreta. Somos, después de tanto preámbulo, dos recién llegados que se encuentran en la intersección de las avenidas Aviación y San Borja Sur, cada quien más deseoso de regalar al otro una máscara de sonrisa que sea capaz luego de arrancarnos mutuamente una sonrisa verdadera.