En la frente llevaba una corona
de espinas y la sangre le bañaba
todo el rostro mientras se preguntaba
cuando llegaría por fin la hora
bendita en que sería flagelada
después de su captura un tercer día
tras besos de discípulo suicida
y luego ser por fin crucificada
Hasta que un día se le hizo que toda
la santidad era una gran mentira
y que por obra y gracia del destino
no habría ya santos en el siglo veinte
entonces recibió lo que tendría
como única señal del ser divino
la marca de Caín sobre la frente.